TEJE QUE TE TEJE

(publicado por primera vez en noviembre de 2013)

Hay cosas que las chicas modernas hacemos pero no decimos que hacemos, no vaya a ser que piensen que no somos tan modernas. Ocurre algo así como con esas series y programas de la tele que, alguna vez, todas hemos visto pero ninguna reconocemos que así sea, no vayan a pensar que somos unas chonis incultas y superficiales.


Yo soy muy moderna y divina, si me conoces ya lo sabes, pero a veces también me sale la vena marujil… ¿Qué puedo hacer?... en mi familia somos un matriarcado, me he criado rodeada mujeres todo terreno: amas de casa y trabajadoras por cuenta ajena, luchadoras, valientes, madres, amantes, amigas... de las que lo mismo te hacen una tortilla de patatas que te comen la polla o te cosen el dobladillo del pantalón... Así que de bien pequeña ya me estrené en alguno de estos quehaceres (no todos), pero sí cociné mis primeros bizcochos y la famosa coca boba de iaia (que por cierto, algún día te daré la receta), y fabriqué, con mis manitas, alguna que otra bufanda de lana y mantel de punto de cruz…, ¡todo hand made! Y... qué quieres que te diga,  esas cosas dejan huella...


Pues como decía, han habido tres momentos en mi vida en los que, invadida por mi espíritu marujil, me he puesto a tejer, tejer y tejer, siempre ha sido una manta. De punto básico, del derecho que se llama (o al menos así le llaman mis mujeres todo terreno), nunca he sabido hacer otro punto más chulo o elaborado, y en principio, tampoco me interesa.

La manta de mi primer momento marujil, la primera manta, la empecé y acabé, durante mi primer empleo, empleo precario, por cierto. Con horario de tarde-noche, solo libraba los martes, terrible para una veinteañera cuyo plan incluía comerse el mundo… Había días que llegaba a casa a las 12.00h de la noche y totalmente desvelada tejía y tejía… ¿Habéis leído o visto la peli “Como agua para chocolate”? Pues yo me identificaba con la protagonista, tejiendo hasta el resto de mis días, montada en un carro de caballos con la manta arrastrando por el suelo metros y metros, kilómetros tras de mí…

"Esa noche lloró y tejió, tejió hasta la madrugada,
hasta que terminó una colcha y se la echó encima".
COMO AGUA PARA CHOCOLATE. Laura Esquivel

La segunda manta no está acabada. La empecé cuando finalmente conseguí una plaza en propiedad, terminé con las oposiciones y me convertí en una funcionaria atípica, de las que trabajan, y mucho (algún día hablaremos del mito del funcivago...). 

Pues como te decía, después de estar estudiando y estudiando, y trabajando al mismo tiempo, y estudiando y trabajando, así durante tres años un día tras otro, tras otro y otro, tres años que se dice pronto, necesitaba hacer algo con las manos y dejar de pensar. Necesitaba aletargar mis neuronas, dejarlas descansar y relajarme. ¡¡¿Cómo?!! Tejiendo ¡¡eureka!! Tejer una manta, esa sería la terapia que tantos momentos de placer me había dado unos años atrás… Aún no está acabada, pero pienso hacerlo, que conste, y cuando la acabe os la enseñaré.



La tercera de mis mantas la acabé hace unos días. Es una manta para mi nenita, color rosa, hasta ahora, excluido de mi paleta de colores, ¡hay que ver cómo cambian las cosas!... Ya no es la misma perspectiva ni son las mismas prioridades... Ya no respiro solo para mí, ya la vida me envuelve y el mundo me necesita aquí... 

Pues como te decía, seguro que no es la manta más bonita del mundo, ni la más cara y estilosa que tenga mi nenita, pero sí será la única manta fabricada con trocitos de mi corazón, pues en ella puse todo el cariño del mundo, o al menos, todo el cariño del que yo, su mami, soy capaz. Con cada punto, además de la manta, crecían mi barriga, mi nenita y mi ilusión… Me ha servido para pensar en ella e imaginarla dulce y perfecta, y para contarle todas las cosas bonitas que le esperan y todos los momentos que vamos a compartir.

He aquí tu manta, chiquitina

Comentarios

Entradas populares